miércoles, 23 de mayo de 2012

¡Lapoteosis, señores!


¡Lapoteosis! ¡Es lapoteosis!

Como las cometas  son los pensamientos, cuanta más cuerda le demos  mejor y si se nos termina la cuerda, mejor que mejor, que toito lo queremos controlar aunque sea con un hilo. Habrá cosa más bonita que ver una cometa volando libre por encima del mar, bañándose de sol, y olvidando tantas preocupaciones, tantas olas, tantas tirintintin. No podemos dejar de pensar y es que cada vez nos parecemos más al viento.

Se pasa  todo con una soltura que parece el cante de Frasquito Yerbagüena, por eso a la mínima que se presenta hay que pedir una docena de copas muy frías de manzanilla. Es conocido de todo el mundo, que si es buena, apenas roza nuestros labios, lo primero que nos cuenta son las historias del duende. ¡Ay, el duende! ese  es capaz de provocar lo que le dé la gana. Un rasgueo de la guitarra, un cante grande y a los oyentes se les ha volado el alma; o hace que se den un cabezazo contra la pared, porque no aguantas tanta magia. O como le ocurrió a otro. Era tal su entusiasmo que cogió un almohadón del sofá, se lo puso en la cabeza y recorría el salón fuera de sí,  pregonando :  
—¡ ajos frescos! ¡ajos frescos! ¡los mejores!

Efectivamente, son reacciones del duende que rozan el enigma de la Esfinge

Llegado a ese momento hay que sentarse en el poyete del castillo de Santa Catalina, piedra que da confianza. Encender un cigarro , soltar la mirada como una paloma blanca que se para en un tejado de tejas viejas donde aparece la mejor estampa.

Así es la vida. Mientras, la Macarrona, bailando, apasionada como ella sola, no deja de gritar:

—¡Lapoteosis! ¡Señores! ¡Esto es lapoteosis!

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