domingo, 16 de septiembre de 2012

Dos mofletes


Primero quería convencer al mundo, si lo conseguía, también se convencería él. Escribiendo cada noche en su ordenador desfasado, emulando al pianista, queriendo arrancar la melodía de las palabras que se esconden no se sabe dónde. Los mismos movimientos acompasados, las mismas correcciones, relecturas, nota final sostenida con alfileres.

Veía tan claro los paisajes que las olas  terminaban por juntarse en sus manos. Los años no le importaban. Después de veinte, treinta… en un instante,  se unieron dos mofletes, que después de haber seguido la vida por separado, ahora, sin haberlo previsto, con el gesto de dar dos besos…. 

Cómo es la vida. Tan lejos, sin vernos, sin buscar, sin alcohol, sin hablar, sin llamar, pasando los inviernos en refugios, en un suspiro, otra vez dos espejos que se miran reflejando lo que fueron.

Por culpa de los horóscopos, de los amigos, de las horas que no pasamos juntos, de las ganas de aventuras, de qué se yo, de qué sabes tú; sólo quedó nada.

Y después de más nada, de repente, cuando ya nos habíamos acostumbrado, entras cantando otra vez el “te estoy amando locamenti….”, te ríes y terminamos sentados en el césped del bulevar. El sol, sorprendido,  al vernos así, se inventó un atardecer con un color nuevo de los que no repite nunca.  Miramos lejos, donde no pasa el tiempo y vimos que ya nos hacían falta gafas.


1 comentario:

San dijo...

Ese color nuevo del bulevar, lo tengo inmortalizado, te lo pasaré para que acompañe este maravilloso instante que has creado con tus palabras.
Un abrazo Jose.