lunes, 17 de septiembre de 2012

Leyendo con un café



Después de las vacaciones de verano, la biblioteca nos vuelve a abrir sus puertas, y la Asociación Literaria Café de Palabras retoma sus actividades.

Teníamos que escribir algo relacionado con esto: "leyendo con un café". No tenía que ser necesariamente un relato, sino lo que nos inspirara la frase.
Esto es lo que pude hacer en unos minutos más que nada por falta de tiempo. Somos simples aficionados en el arte de escribir, o en el arte de escribir bien, y al menos por mi parte sin pretensiones, porque para mí escribir es un hobbie desde pequeña y lo necesito como una forma más de expresión.


(Leyendo con un café)

Tras los cristales, la lluvia cae fina pero incesante. La gente camina lenta bajo sus paraguas de colores sabiendo que ya está aquí el otoño, un nuevo otoño con la crisis acuestas que va pesando demasiado en el ánimo y la cesta de la compra, que se llena sólo de aire.
En mis manos sostengo un libro que me tiene absolutamente entregada.
Lo llevé desde la biblioteca hasta mi mesilla de noche, de ahí hasta la sala de estar de casa, y ahora a la cafetería donde lo devoro mientras un capuchino me calienta las tripas.
Entre sorbo y sorbo me adentro en la historia que me cuenta, y escucho con mis ojos cada letra.
Me transmuto en la protagonista que investiga un manuscrito antiquísimo para descifrar unas muertes extrañas. Soy alta,  rubia, y mi nombre es Bárbara, me olvido de que estoy en una céntrica cafetería de mi ciudad removiendo con una cucharilla el café que hace un minuto me quemó la lengua.



Hay poca gente aquí a pesar de ser las cinco de la tarde, capitulo cinco.

Bajo una lámpara de luz mortecina y con una lupa, indago en el amarillento  pergamino, busco claves y enigmas que me lleven a la solución del caso. Estoy tan concentrada que doy un respingo el notar una mano sobre mi hombro y me doy la vuelta rápidamente...joder Bea, que susto me has dado.
Interrumpo sin remedio la lectura, y pongo el separador por la página que he dejado a medias.
Iba a decir que vuelvo a ser yo, pero no, soy más yo cuando leo.

Doy un último sorbo al café y salgo con mi amiga del local con hambre de letras, luego en mi sofá más tranquila seguiré siendo Bárbara.


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