domingo, 2 de diciembre de 2012

La Pasión





Este trayecto es el momento más esperado de la semana. Apenas cinco minutos que la transportan de una rutina asumida a una aventura buscada.

Acomodada estratégicamente junto a una de las puertas de salida del autobús siente como el corazón se le acelera y la respiración se le entrecorta, como si los pulmones se reservaran para un placer que ya saben cerca.

Con paso decidido se encamina hacia las dos grandes puertas de cristal que flanquean la entrada de aquella tienda de barrio elevada a la enésima potencia que se abren a su paso y como si de un bálsamo se tratara inhala aquel aire viciado mezcla de fruta fermentada, carne cruda y detergente que desde pequeña le había fascinado.

Antes de adentrarse en el Centro Comercial echa una rápida, pero atenta mirada a cualquier posible cambio. La pequeña cafetería a la entrada, el vendedor de iguales en su caseta, la carnicería de la esquina, el guarda de seguridad pegando la hebra con la cajera de turno. Todo sigue igual, pero hay algo que le impide disfrutar de su caminar lento y sosegado, entre aquella marabunta de carritos abarrotados de zumos, refrescos y demás gargerías, como ella cariñosamente llama a todo lo que no es comida de verdad.

El calendario marca una fecha que para ella ha pasado a ser un simple dato estadístico, estado civil: casada. Un evento en su vida que ha perdido singularidad. Sí, se casó tal día como hoy pero hace tiempo que se cansó de llevar la cuenta. Antes, cuando los chicos estaban en casa hacía el esfuerzo de planificar un simulacro de celebración. Ahora que ellos tienen sus propias fechas que recordar aprovecha para dejarlo pasar. Un escueto feliz aniversario y un mecánico beso, los restos del naufragio.

Sacude la cabeza y se sumerge entre los estantes de detergentes a la búsqueda de lo último en quitamanchas, tan milagroso que es capaz de quitarte las manchas antes de que te caigan en la camisa. Sonríe y se deja engañar.

2 comentarios:

Joaquín Galán dijo...

Los estragos del tiempo y la rutina acaban por borrar hasta las fechas del calendario que antes eran importantes para nosotros.
Un relato triste pero real como la vida misma.

Gracias por tu visita a mi blig.

Saludos.

Anónimo dijo...

Hay algunas fechas que nos han sido impuestas por costumbres mercantilistas. Las apariencias también cuentan, aunque sea un poquito. La rutina a veces también es lo que más nos mantiene seguros, pues no hay innovaciones o sobresaltos. Los fines de semana también pueden aburrir, todo depende de la capacidad de incursión que se tenga o de actividades fisicas, culturales y no esclavizantes.
Se puede avanzar en la obtención de placeres sencillos en la rutina diaria. La capacidad de alegrarse, de entusisamarse hay que laborearla cada día y no dejarla al azar, creo. También no nos ha de faltar la fuerza diaria, teniendo la salud con nosotros.
Pasa varios relatos de los que tienes en cartera, cuando puedas.Gracias.
Un saludo.
Cristóbal